
Emerges fresca y siempre
Como de la unión de la luz y el agua
En un estanque sagrado
No habrá nunca
Mayor victoria
Del mundo sobre el abismo
Que una risa tuya
Así
Fácil
Desatada
Que arrojes al aire
Que sea eco en sí misma
Que sea sol
Y marejada que ensordece
De ese filo destella en tu mirada
De esa furia que avasalla
De allí
Nos llueven las esperanzas
Como frutos de árboles de júbilo
De tus palmas abiertas
Nos abisman preguntas
Soles y potencias
Se arraciman a tus pasos
Ese andar de trueno
De dulzor incomprensible
Caminos que desean
Ser paridos por su retumbe
Y ella
La inmortal
La poesía
Te habita
Se acurruca
En tus gestos mínimos
En tu mirada de montaña
En tu voz de fragor ciego
Pero no
No creas que es la poesía
De cristal o racimo
Tampoco aquella
Con que duerme la madre buena
A su niño cansado
En ti habita
La poesía de los dioses del norte
Del trueno y la avalancha
La canción de la amazona
Que cimbró la selva en penumbras
Con sus cantos de otras lenguas
Con mordidas de vida y oscuridad
O tal vez te poseen
Esos cantos y poemas
Con que tribus de mujeres de cuellos altos
Incendiaron las primeras fuentes
Las primeras pampas
Y de las que huían por igual
Venados y dioses menores
En tus ansias
En tu desesperación
Anida el rotar del mundo
El ulular de los mitos
La canción del hombre que busca
El pretexto
El perfecto acontecer
De una incontestable
Y contundente
Mujer